El conde Borrell II se encargó de restaurarlo y el monasterio fue creciendo lentamente hasta que la comunidad religiosa fue numerosa, formada sobre todo por hijas de la nobleza de la época, quienes también mantenían económicamente el convento.

En 1835, la comunidad sufrió la exclaustración y el monasterio se convirtió en prisión. En 1873 se desmontó el claustro, así como otras dependencias. El monasterio sufrió un incendio en 1909 tras el cual fue reconstruido. Y otro incendio le siguió durante la Guerra Civil Española, en 1939.

La historia de este convento, no ha sido fácil, y hoy en día solo queda su iglesia y una de las torres originales, aunque la plaza está rodeada de encanto, es un reducto de tranquilidad donde se puede tomar una copa de vino en alguno de los pequeños bares.